miércoles, 4 de noviembre de 2015

El cazador de humanos.

Robert Hansen, nació en 1939, en Estherville, Iowa, con la poca fortuna de que su padre lo obligó a trabajar desde temprana edad durante largas jornadas en el negocio familiar. Su suerte no mejoró en la adolescencia cuando, víctima de un severo acné y su tartamudeo, fue el blanco de las bromas y el rechazo de sus compañeras. Por rencillas contra pobladores locales quiso incendiar el garaje de la escuela y un empleado suyo lo delató. Pasó 20 meses en prisión y su entonces esposa le pidió el divorcio.Al salir no tardó en volverse a casar y llegó a tener dos hijos. Pero comenzó a robar, no por necesidad, sino por la emoción momentánea del hurto.
El nuevo hogar elegido fue Anchorage, Alaska. Allí reincidió en el robo y estuvo tras las rejas cinco años. En prisión se le diagnosticó un trastorno bipolar.
Sin embargo, al salir su vida cambió drásticamente. Se convirtió en un afamado cazador, que obtuvo varios trofeos, lo que le dio mucho prestigio a nivel local. La gente ignoraba que este singular hombre bajito y fervoroso padre de familia era en realidad un asesino de bailarinas y prostitutas.
Con la colaboración del FBI y las pistas de una víctima que logró escapar dieron con el paradero de Hansen. Acorralado confesó los crímenes y negoció su estadía en prisión. Su modus operandis era contratar los servicios de una meretriz y luego amenazarla con un arma para violarla hasta el cansancio en una casa perdida en medio de los nevados bosques de la región. Su voluntad final era soltarlas y cazarlas con un cuchillo o con escopeta cual animal. La justicia lo declaró culpable de cuatro homicidios sobre los que Hansen aportó datos a cambio de poder permanecer en una prisión federal y fue sentenciado a 461 años de cárcel sin derecho a libertad condicional. Se estima que en verdad el total de víctimas podría superar la decena. Aún hoy hay cuerpos sin identificificar.

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